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viernes, 14 de marzo de 2014

¿Español o Castellano?

Existe cierta polémica en torno al nombre o denominación del idioma que hablamos. Para unos es castellano, para otros, español, y ya hay quien se atreve a nombrarlo según su propio gentilicio; por ejemplo en Venezuela ya hay quien dice: “aquí se habla venezolano”.
Un poco de historia
La península ibérica, conquistada por los ejércitos de Roma, adoptó el latín como lengua y pasó a formar parte del Imperio Romano. Antes de esta invasión iniciada en el año 218 a.C. y concluida en el 19 a.C., se hablaban varias lenguas que desaparecieron, excepto el euskera, que ha permanecido hasta nuestros días, con literatura exclusivamente oral hasta el siglo XVI, y escrita desde el año 1545.
Los romanos poseían dos clases de latín: el culto, usado para escribir y en la oratoria, y el vulgar, empleado en la conversación cotidiana y por los grupos de bajo nivel cultural. Frente al latín culto, que se mantuvo estático, fijo en la lengua escrita, el latín vulgar evolucionó mucho hasta llegar a mostrar profundas diferencias morfológicas, léxicas y sintácticas con el primero.
El castellano es una de las lenguas que se formaron en la península ibérica como producto de la evolución del latín vulgar durante la edad media, conjuntamente con el astur-leonés, el gallego, el navarro-aragonés y el catalán. Entre éstas, las que alcanzaron un mayor florecimiento en el orden gramatical y literario fueron el castellano, el catalán y el gallego. El castellano debe su nombre a su nacimiento u origen en la región de Castilla.
La hegemonía política de Castilla en el siglo XV determinó el predominio de su idioma sobre las demás lenguas de España. Pero se conservaron con absoluta autonomía el euskera, el gallego y el catalán. El gallego y el catalán no deben ser considerados como dialectos del español. Son lenguas hermanas del castellano al igual que el italiano, el francés, el portugués y el rumano.
¿Castellano o español?
Desde el punto de vista estrictamente lingüístico, no hay preferencias por una denominación u otra. La Real Academia de la Lengua, fundada en 1713, llamó castellano al idioma hasta 1923, año en que se cambió esta denominación por la de español, por lo que el término español es relativamente reciente y no es admitido por muchos hablantes bilingües del Estado Español y proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua: castellano, entendido como “lengua de Castilla” debido a que en España hay regiones autónomas en las que se habla además del español, otro idioma, como es el caso de Galicia, por citar un ejemplo.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no existe dificultad alguna a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. Así que español y castellano son términos sinónimos y completamente válidos a la hora de nombrar nuestro idioma. Sin embargo, cada país tiene completa autonomía de nombrar su lengua oficial de acuerdo a criterios propios, como es el caso de Cuba, donde es constitucionalmente denominada “español”, mientras que en Venezuela según el artículo 9º: “El idioma oficial es el castellano…” y académicamente se enseña como “Lenguaje y Literatura”, “Castellano y Literatura” o simplemente “Castellano”.
El español ocupa el tercer lugar entre las principales lenguas del mundo, y es el segundo idioma más estudiado en el mundo, con un total aproximado a 520 millones de hablantes, superado sólo por el inglés y el chino. El español o castellano es la lengua oficial de España, Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia, Panamá, Cota Rica, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, México y Cuba. El castellano es hablado, además, por grades núcleos d población de origen hispano al sur de los EEUU (California, Arizona, Nuevo México y Texas), existiendo importantes colonias de hispanohablantes en las ciudades de New York, Miami y Chicago. Se calcula en unos 40 millones de habitantes de los EEUU que por razones de su origen, poseen dominio del español o se expresan primordialmente es esa lengua.
El idioma que hablamos, puede por tanto llamársele español o castellano; sin embargo, como ya fue dicho anteriormente, las legislaciones de cada país pueden llamarle de una u otra forma según acuerden, incluso llegar a llamarle venezolano, chileno o ecuatoriano, por sólo citar tres posibilidades, así como lo hizo primeramente España. No obstante, más importante que su denominación, es su riqueza y estructura gramatical, la que debemos conservar y cosechar para preservarlo cada vez más.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El Respeto

Hoy me levante algo tarde, algo ‘muy’ tarde, en realidad; sin embargo con ganas de escribir; recuerdo una vez haber leído el relato sobre una mujer que se mudó a un pueblo pequeño. Después de estar allí por poco tiempo, se quejó a la vecina del pobre servicio que recibía en la farmacia local. Esperaba que su nueva conocida le repitiera su crítica al dueño de la farmacia.
La próxima vez que la recién llegada fue a la farmacia, el farmacéutico la saludó con una gran sonrisa, le dijo cuán feliz se sentía de verla de nuevo, y que esperaba que le gustara el pueblo. También se le ofreció a la mujer y a su esposo para ayudarles mientras se acomodaban. Luego se ocupó de su orden rápida y eficientemente.
La mujer le reportó el increíble cambio a su amiga.
—Supongo que le dijiste cuán pobre era el servicio—declaró.
—Bueno, no—dijo la vecina—. Es más, espero que no te moleste, le dije que estabas sorprendida por la manera en que maneja su farmacia, y que creías que era una de las mejor atendidas que jamás habías visto.
La vecina de esa mujer entendía que la gente responde al respeto. En efecto, la mayoría de las personas harán casi cualquier cosa por usted si las trata con respeto. Y eso significa aclararles que sus sentimientos son importantes, se respetan sus preferencias, y que sus opiniones son valiosas. Significa darles el beneficio de la duda.
¿Y tú, qué opinas? ¿El respeto se gana o se otorga? ¿Es derecho o deber? ¿Es obligatorio o voluntario?
Con frecuencia escucho y leo estas frases o sus equivalentes “el respeto se gana”, “hay que ganarse el respeto” . . . siempre escritas o dichas por alguien que intenta justificar la razón por la que no quiere respetar a otro o a otros. Recientemente, en un intercambio de ideas, una joven me dijo “decir que te parece que el respeto sea obligado,  yo como ser humano tengo dignidad” (cita textual, aunque algo sin sentido) . . . con eso quiso decirme (según el contexto de lo que hablábamos) que ella tenía tanta dignidad como ser humano, que no respeta a todos, sino al grupo que bien sabe respetarla. Por orgullo alguien puede pensar que posee una dignidad superior a la que realmente le corresponde, en consecuencia, exigirá un trato y respeto excesivo, y además querrá seleccionar con pinza a quien se “merece” su respeto.
Para mí el respeto no se gana, sino que se otorga. Cuando otorgas respeto lo ganas para ti mismo. Por otro lado, si esperas ser respetado por alguien para poder respetarlo, serías un hipócrita, que sólo amas a quien te ama, saludas a quien te saluda, y respetas a quien te respeta. Además cuando respetas a los demás, muestras que te respetas a ti mismo.
“Lograr el respeto de los demás siempre comienza con respetarse a sí mismo”
Nadie puede exigir con ley en mano que se le respete y ganarse por ello el respeto, por lo que nadie tiene garantizado el respeto bajo ninguna ley, de la misma manera nadie está obligado a respetar a otros mediante ley que se lo exija. Es por ello que lo considero un valor, un valor que se convierte en cuasi-derecho a ser respetado y cuasi-deber de respetar a todos. Nótese que usé “todos” en lugar de “otros”; gramaticalmente es más adecuado usar “otros” en esta frase, pero moralmente es correcto usar “todos” en el caso particular a que hago referencia.
No es obligatorio pero si voluntario, o como diría una gran amiga “no es obligatorio, es sólo para aquellos que conservan la moral y las buenas costumbres”
Respetar es aceptar y comprender al humilde y al engreído, al pobre y al rico, al sabio y al ignorante, es por pequeña o grande que sea alguna diferencia, física, moral o intelectual, situarlos en el mismo lugar y comprender su forma de ser, pues se comprende que ese ser humano se merece toda su atención sin importar su condición. Respetar es aceptar y comprender tal y como son los demás, aceptar y comprender su forma de pensar aunque no sea igual que la nuestra. Porque si creemos que alguien está equivocado ¿quién puede asegurarlo? aunque para nosotros lo está; creemos que otros están mal en su forma de pensar, pero ¿quién asegura que nosotros somos los portadores de la verdad? hay que aprender a respetar y aceptar la forma de ser y pensar de los demás.
¿Esperarás a qué otros empiecen a respetarte o comenzarás respetando tú?
Venezuela atraviesa hoy momentos difíciles donde el respeto “brilla por su ausencia”, desde los que hoy están en eminencia (y en este caso me refiero tanto a gobierno como oposición) hasta los activistas de uno u otro bando. En las redes sociales se evidencia la burla, la crítica destructiva y la amenaza como herramientas de defensa de posiciones, que termina ofendiendo siempre al contrario, esto no es respeto. Es momento de reflexionar y respetarnos unos a otros aun cuando tengamos diferencias.
¡Respeta a tu hermano venezolano, en éste crucial momento, se necesita!
Yo he aprendido a respetar a mi familia, a mis amigos, a mis vecinos, a mis conocidos y también a los desconocidos, a los que dicen ser mis enemigos y a aquellos que a mis espaldas hablan de mí; aprendí que debo respetarlos, porque así me respeto a mí mismo. Es un asunto de dignidad y además es una condición sine qua non para que pueda lograrse la convivencia y la paz entre los seres humano y el ambiente que nos rodea. Recordemos la célebre fase de Benito Juárez:  "Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", es decir, no hay paz si no se respeta el derecho de los demás.
¿Y tú, qué opinas?

domingo, 2 de marzo de 2014

Buscando la intervención de Dios

Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. 2 Crónicas 7:14

Este es un pasaje muy conocido para nosotros y especialmente apto para nuestro atribulado país, tan castigado por el momento histórico que vive, producto, entre otras cosas, de la corrupción que ha diezmado notoriamente nuestros recursos económicos y  naturales. En el versículo citado hay una serie de pasos para asegurar la intervención de Dios en tiempos de crisis.

Debemos notar que es la combinación de estos pasos lo que puede llegar a producir una respuesta del Altísimo. En muchas ocasiones optamos por uno u otro de los elementos, pero no por el conjunto. Tomados en forma aislada, no obstante, tienen poca eficacia. Por ejemplo, cuando Dios declaró que Israel andaría errante por el desierto durante cuarenta años, el pueblo se arrepintió, pero no fue prosperado porque su arrepentimiento no estuvo acompañado de una búsqueda del rostro de Dios (Nm 14:40-45). De la misma manera, en Isaías 58, el profeta condenó al pueblo porque se habían humillado, pero no se habían arrepentido de sus malos caminos (58:1-4).

Por esta razón podemos decir que el arrepentimiento es un proceso más profundo que la experiencia de un momento. Tiene pasos concretos que afirman la decisión del arrepentido de ordenar completamente su vida según los preceptos de Dios. Transitar por este camino asegura que el cambio no sea meramente un ejercicio religioso.

En este proceso, entonces, tenemos estos cuatro pasos: humillarse, orar, buscar su rostro y volverse de los malos caminos. ¿Quién debe humillarse? Nosotros, el pueblo de Dios, los que invocamos su nombre, los que conocemos a Dios y que sabemos que la salvación viene de lo alto, de Jehová. En la humillación está el reconocimiento de que hemos sido orgullosos y autosuficientes, que no hemos caminado por el camino que el Señor demanda de los hombres. Es admitir lo pobres que han sido los resultados de nuestras propias decisiones sobre Venezuela. Al orar nos aseguramos que nuestra humillación no sea simplemente una depresión momentánea, dada por los días de crisis y angustia que atravesamos. Le ponemos palabras a nuestros sentimientos y expresamos a Dios nuestra vergüenza por la manera en que hemos vivido, proceso que es saludable para nuestro espíritu. Buscar su rostro implica una postura de adoración, de contemplación. De esta manera nos aseguramos que nuestro arrepentimiento no está acompañado por nuestra propia idea de cómo arreglar lo que hemos hecho mal, como lo hizo el hijo pródigo. Al buscar su rostro cultivamos una actitud de espera, para que él nos guíe por el camino a seguir. Más que solucionar nuestro problema, nos preocupa reestablecer nuestra relación con Dios, nuestro guía y hacedor. Por último, como tenemos certeza que no podemos caminar por el camino que hemos transitado, volvernos de nuestros caminos, que implica que desechamos todo lo que antes hacíamos porque entendemos que es la causa de muchos de nuestros problemas. Es una forma de declarar que no volveremos a transitar por esos senderos.

Tenemos por lo tanto, como creyentes, la gran responsabilidad de levantar clamores a favor de nuestra patria, oración contínua, o como he leído recientemente en las redes sociales, “lloración” por Venezuela, debemos humillarnos enteramente ante Dios, clamar y llorar, para que Él perdone nuestros pecados, los pecados del pueblo y sane nuestra tierra. Al igual que José con sus hermanos, Dios no se resiste al corazón humillado y contrito. Cuando genuinamente hay un cambio en nosotros, Dios nos oye desde los cielos. ¡Qué regalo tan sublime! Porque Arrepentirse es mucho más que pedirle disculpas a Dios.

sábado, 1 de marzo de 2014

¡Hola Mundo!



Hola amigos; como ven, he decidido hacerme mi blog personal, en éste blog iré escribiendo de cosas que son de mi interés; entre las cosas que me gustan hacer, ya sea por hobie o por compromisos, sean éstos laborales o educativos, están el leer y escribir.

En mi blog no persigo una delgada línea de propósitos y fines únicos o específicos, más bien se trata de un blog polifacético, donde escribiré temática variada que esté estrechamente relacionada con Dios, con la Biblia, con la lengua castellana, con la literatura, con la ciencia y la tecnología, con las matemáticas y con otras cosas más...

De momento no está completamente configurado, cosa que iré puliendo con el paso de los días a medida que vaya publicando nuevas entradas. Pueden escribirme a mi correo personal si necesitan comunicarse conmigo, proponer algún tema o hacerme una sugerencia.

Dios les bendiga . . .
 
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