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lunes, 28 de diciembre de 2015

El sacrificio del Padre

Dar todo por sus hijos


     Como hombre, he vivido etapas en mi vida que me han llevado de un peldaño a otro, hay puntos en mi historia que marcan un antes y un después, hay fronteras que se cruzan para no regresar.

     Unas de las fronteras más especiales que he cruzado en mi vida, ha sido la de "antes de ser padre" y "después de ser padre". El 01 de agosto del 2006 empezandito el día (12:30 AM), era oficialmente padre un preciado regalo que Dios me quiso dar, Aarón Gabriel; ocho años más tarde, nuevamente padre, al ver la luz el 23 de agosto de 2014 mi bella Luciana Estefanía, a eso de las 10:30 AM.

     Cuando era niño veía los sacrificios de mis padres, sin embargo no le daba la importancia que esos sacrificios merecían por ser parte del aporte que ambos hacían para verme crecer, tranquilo, alimentado, con salud. Hoy que soy padre, veo mi reflejo en el espejo de mis progenitores, entiendo y valoro mejor sus sacrificios, sus penurias, sus esfuerzos por darnos todo cuanto estaba a su alcance [y en este particular no me refiero sólo a lo económico], para vernos llenos de vida. Hoy entiendo los sacrificios que como padres hacemos por darles un futuro seguro a nuestros hijos.

     Como padre entiendo el dolor de tener un hijo enfermo o bajo sufrimiento de algún tipo, en ocasiones me convenzo, que si estuviese en nuestra voluntad, llevaríamos en nuestro propios cuerpos sus propias necesidades, sus enfermedades, sus dolencias, y entonces asegurarnos de su bienestar.

     Por años, por muchos años he oído y leído sobre el sacrificio de Cristo, he entendido que quienes aceptamos y entendemos su muerte vicaria en la cruz, entendemos también que fue un gran sacrificio, pero parece que a muchos de nosotros algo se nos escapó del análisis: El sacrificio del Padre.

     No puedo decir que sea mayor o menor, sólo puedo afirmar que poco se ha dicho del sacrificio de Padre, sí, que viendo a su hijo clavado en el madero y teniendo el poder para detener el dolor y el escarnio a que era sometido Jesús, su unigénito, prefirió verlo morir mientras oía su clamor: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?".

     No pretendo hacer un exhaustivo análisis, tampoco es mi intención hacer una ponencia teológica al respecto, sólo quiero resaltar que el sacrificio del Padre fue más allá de lo que imaginamos, el sacrificio de ver morir a su único fue por toda la humanidad, fue el precio que el Padre pagó para que la salvación nos alcanzara todos, el Hijo pagó con su sangre, el Padre también pagó con su silencio ante la injusta muerte de su Hijo; no fue indolente, no, fue valiente en ver la muerte sacrificial de su Jesús el Cristo, para ver también en su resurrección la salvación de todos nosotros los pecadores, los que ahora por el sacrificio del Hijo nos dio potestad de ser llamados también sus hijos, hijos de Dios.

     Gracias a Jesús, Dios Hijo, por su muerte vicaria, gracias a Dios el Padre, por soportar el dolor de ver morir su hijo por todos nuestros pecados, para que hoy tengamos en Él, un Padre, nuestro Padre, el que también se sacrificó.

     En esta época decembrina, donde por tradición celebramos el nacimiento de Jesucristo, recordemos que hace poco más de 2000 años nació en Belén, y que espera con ansias nacer y morar en los corazones de los hombres por quienes murió. Yo necesito de Jesús en mi corazón y en mi vida, tú necesitas de Jesús en tu corazón y en tu vida, acéptalo, cree en Él, debemos ser humildes y abdicar del trono de nuestro corazón y dejar que sea Jesús quien reine y gobierne en nuestras vidas, en nuestros hogares, en nuestra sociedad y en nuestro país.

¡Jehová te bendiga y te guarde!
 
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