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viernes, 17 de abril de 2015

¡Así es que te recuerdo Gutierrez, así es que te recuerdo papá!

Carta a mi padre, si él pudiese leerla...

Hoy no es tu natalicio, ni el día de tu partida fue en esta fecha, no existe ninguna relación de fecha, acontecimiento o situación que hoy me haga recordarte, empero, tu recuerdo en mi memoria viene una vez tras otra, cada vez que quiere volver, vuelve padre, hoy nuevamente tu recuerdo invade mis pensamientos. No hay forma que leas esta carta que todavía no sé por qué escribo, pero si pudieras leerla, esto es lo que te escribiría:
En mi corazón no guardo rencor ni odio porque temprano te fuiste de casa, gracias a Dios por un corazón nuevo que no sabe guardar odio, que no puede, que no quiere; a pesar de tu ausencia en casa papá, recuerdo con mucha claridad casi cada momento que hablamos, compartimos, aquellas visitas cortas que nos dabas, aquellas visitas largas que te daba, las charlas de horas y horas sobre nuestros temas preferidos: La Biblia, Las Matemáticas. Recuerdo aquella frase que me dijiste entre temor y seguridad: “Siempre he creído y espero no equivocarme, que después de la Biblia y su doctrina, sólo hay otra verdad perfecta, los números y las matemáticas” (Febrero 2005).
Sólo con sexto grado papá, que obtuviste además de adulto [mientras pagabas servicio militar], sorprendías a allegados y familiares con tus habilidades para el cálculo, sumas largas, extensas, nunca nadie te vio usando lápiz y papel para sacar cuentas, excepto mientras enseñabas a otro . . . ¿calculadora? ahí sí que estabas raspado, nunca supiste usar una, pues la verdad es que no la necesitabas.
A mis 13 años, y por recomendación del profesor Luis Sánchez (Historia de Venezuela – C.C. Dr. Carlos Arvelo – Güigüe), conseguí prestado para leer, el libro “El Hombre que Calculaba”, de inmediato pensé que pese a tus limitados estudios de algebra elemental, clasificabas como excelente calculista, que Beremis Samir sólo te ganaba contando, pero en cálculo mental lo dejabas lejos. Me pediste el libro prestado y cuando pude comprar un ejemplar te lo presté, allí despertó tu curiosidad por el tema de la teoría de números y el álgebra elemental, aunque a eso le llamabas “Matemática Moderna”.
Recuerdo con claridad nuestras horas de conversaciones sobre propiedades elementales de los números naturales, me sorprendía escuchar las observaciones que hacías a propiedades particulares de ciertos números, me asombraba saber que descubrías por ti mismo cosas que yo las sabía por haberlas leído. Me dijiste un día “descubrí que la suma de los impares desde el uno hasta cualquiera, es igual a multiplicar por sí mismo, el número que resulta de dividir por dos, el último impar sumado con uno, y además descubrí que todos los números multiplicados por ellos mismos pueden obtenerse con esa suma, como una seguidilla uno tras otro” . . . eso me dijiste sin saber los conceptos de sucesión, de suma recurrente, de cuadrados, sólo conocías la aritmética para entonces.
Me hacías imprimir guías de matemáticas, de doctrina bíblica, de historia, entre otras cosas, siempre tenías una nueva petición para mí, y si lo olvidada, de seguro me recordabas después de saludarme de tantos días sin verte. No idolatro lo que fuiste en vida, sólo admiro tus habilidades, aquellas que me hicieron entender que las matemáticas eran, más que una materia, una ciencia imprescindible en el actual mundo que vivimos.
No existían retos numéricos para ti, con más de 50 años quisiste aprender álgebra e ibas por buen camino, cuando comenzaste a comprender bien el álgebra y la geometría elemental, te fascino el teorema de Pitágoras, y el 05 de Octubre de 2008, una llamada tuya me sorprendió de madrugada, cuando contesté me dijiste “feliz cumpleaños” (a esa hora ni recordaba que estaba cumpliendo mis 27), luego proseguiste, “mañana voy que tengo algo importante que decirte”. Fueron casi 34 horas que tardaste en llegar, me dijiste algo que yo ya sabía, pero igual me despabiló: “descubrí que hay números enteros que cumplen ‘a, b y c’ para el teorema de Pitágoras, pero si el exponente es mayor a dos, no hay enteros que hagan eso”. <<Fermat>> inmediatamente pensé, pero no te lo quise decir, pues quería ver que tan lejos llegabas. Unos meses después me dijiste: “sabes lo que te dije del teorema de Pitágoras, sólo se cumple para exponentes mayores con enteros, si la cantidad de sumandos es igual al exponente, o sea, que ‘a a la tres más b a la tres más c a la tres es igual a d a la tres’ y así sucesivamente con los otros exponentes más grandes”.
Calcular raíces cuadradas te fascinó cuando las conociste, y cuando te enseñé el algoritmo de Newton vivías practicando; me comentaste aquella vez que ya sacabas mentalmente raíces cuadradas de números de hasta 8 cifras con dos cifras decimales de ‘ñapa’ (yapa). “¿Cuánto tardas?” -pregunté- “depende, a veces hay cifras que son más difíciles que otras y no es asunto del tamaño que escoja, me gusta hacerlo cuando escucho un número de cédula, duro de 15 a 45 segundos, a veces hay unas en que no duro casi nada” -respondiste-.
Un sinfín de recuerdos vienen a mi mente cada día, pero sobre todo recuerdo aquellas cosas que sobre la Biblia me enseñabas, con tus palabras, pero sobre todo con tu paciencia, con tu piedad. Testimonio diste estando en vida que servías a un Dios vivo con temor, con valentía, con trabajo. La Biblia, la palabra de Dios, era aquello que más amabas, perfecto no fuiste, pero tus huellas nos dejaste, para que siguiésemos el camino al padre, de la misma forma que tú lo transitaste; hoy quiero seguirte, seguir a Cristo mientras recuerdo tu ejemplo, ejemplo de virtud, de palabra, de honestidad, de corazón que no conoció odio ni rencor.
Tu preocupación por mi salvación y la de mis hermanas siempre manifestaste, siempre tu consejo fue dulce, apacible, agradable, pero jamás aguantador, consentidor ni cegado; siempre directo, siempre certero, siempre para dar corrección, procurando siempre asegurar que nosotros fuésemos, al igual que tú, salvos en Jesús.
Cuando te presentaban una persona, tu nombre no decías, más bien tu apellido con firmeza declarabas: “mucho gusto, Gutierrez” . . . por eso, ¡Así es que te recuerdo Gutierrez, así es que te recuerdo papá!
Nota: Mi padre, Félix Gutierrez, falleció el 28 de Junio de 2011 después de una batalla contra el cáncer. En estas cortas líneas no exagero sus habilidades, familiares, conocidos y allegados pueden corroborarlo. Los diálogos que cité fueron textuales de lo que recuerdo de las largas conversas, uso sus expresiones que se amoldan a un lenguaje poco matemático (para los que nos defendemos en eso) debido a sus limitados conocimientos.

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